Por: Amparo Velásquez Peñalosa
Directora Observatorio Resiliencia Territorial
Henry A. Peralta
Gerente General Soluciones Resilientes
Cuando ideamos crear Soluciones
Resilientes, esta tenía como objetivo un emprendimiento
donde pudiéramos arriesgarnos a pensar disruptivamente
para hacer acompañamiento al sector privado y a los gobiernos locales. Anterior
a esto se creó entre los futuros clientes una reputación y se generó confianza sobre
la idea que gestionar los riesgos para construir resiliencia era un buen
negocio y un factor de competitividad. Para el desarrollo de estas ideas tantas
veces contempladas, habladas y acaricidas entre charlas y cafés interminables, resolvimos
que para establecer una nueva visión había que crear un espacio, una plataforma
desde donde se pudiera, como bien decíamos,
“evangelizar” y accionar con autonomía
e independencia, desde dónde dar
respuesta a la necesidad sentidas, por nosotros, de mostrar nuestra manera de
interpretar los acontecimientos y poder establecer una mirada más fresca y sistémica sobre la gestión del riesgo,
como medio y no como fin.
Gestionar el riesgo se
convirtió para nosotros no solo como un ejercicio para el manejo del desastre
(del cual Colombia fue pionero en Latinoamérica al organizar un Sistema de
Prevención y Atención de Desastres a mediados de los años 80, el cual fue modelo para Latinoamérica) sino utilizar
la gestión del riesgo de desastres como herramienta para emprender procesos de desarrollo con un propósito
de sostenibilidad por el camino de la construcción de resiliencia. Desarrollo y
riesgo temas de una misma agenda.
En ese marco de actuación del
ejercicio mismo de la profesión a través de esta Soluciones Resilientes y desde
nuestras convicciones no quedaba más que hacer un espacio que permitiría
capitalizarla la información, los datos que irían surgiendo, sistematizarla,
comprender y convertirla en conocimiento. Es en ese marco surge el libro en el
que somos coautores “La Resiliencia, la
clave del liderazgo del siglo XXI”.
Pero más allá del libro,
importante para aclararnos, poner en juego nuestras ideas y exponernos a la
crítica pero también aguijonear a la academia y las diferentes instancias que
enseñan y practican la gestión del
riesgo de desastres, se hace necesario un nicho que observe, genere y
capitalice conocimiento en resiliencia como tendencia lógica y propósito de la gestión
del desarrollo.
Es allí desde esa convicción desde
donde surge, con más deseo que infraestructura, el primer observatorio de Resiliencia Territorial, como una respuesta
a una necesidad sentida de verificar y hacer seguimiento al propósito del
desarrollo que se está realizando en Colombia y en Latinoamérica. Este
observatorio de resiliencia territorial nace adscrito a Soluciones Resilientes, porque la empresa requiere un aliado que
este capitalizando la información que busque, analice, aclare, establezca
tendencias y sea una base de información para avanzar en la comprensión de las
formas de actuar y sentir de las empresas , las entidades públicas y de las
propias personas.
¿Por
qué observatorio?
Se requiere de esta
herramienta de planificación que permita hacer seguimiento, en el caso de
Colombia a la Ley1523 de 2012 y al desarrollo posterior con el decreto 2157
reglamentario del art 42 de esa misma ley.
Colombia como siempre liderando estos procesos deja a tras el decreto
ley 919 de 1989 de atención de desastres, deja 23 años de pretender atender los
desastres y se coloca en la idea, por lo menos desde la normativa, a reducir el
riesgo. Este proceso hay que obsérvalo muy bien. Este salto cualitativo de
pasar del desastre al riesgo, es
vigilado por muchos países desde el punto de vista de la cooperación que
desarrollamos a través del a Comunidad andina (Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú) antes Pacto Andino. Dada la experiencia Colombia comparte estas
experiencias.
Sin embargo fueron casi 23
años de hacer la gestión de desastres a través de un sistema que cubría todo el
territorio nacional para atender desastres bajo la premisa que los “desastres son naturales” y este salto cualitativo
conceptual de practica operativa e
inversión requiere observación (investigación, registro, seguimiento, etc.) para
que finalmente salgamos de la zona de confort y aunque técnicamente hablemos de
gestión del riesgo sigamos, bajo ese
nuevo eslogan, gestionando o “reduciendo”
los desastre de siempre. Esto implica entender una máxima de oro: que el desastre se atiende y el riesgo se prevé
y se reduce.
La noción de observatorio se asocia con herramientas y conceptos
propios de la gestión del conocimiento como es el caso de las buenas prácticas,
aprendizaje organizacional, lecciones aprendidas, vigilancia estratégica, redes
de colaboración y uso compartido del conocimiento. Este es el deber ser. La
información y análisis es clave para la toma de decisiones.
Vamos sobre la senda trazada
por LA RED en los años 90`que definieron con valor y de forma preclara que los desastres NO son naturales y que con ello hicieron todo un movimiento al
invocar a generaciones de investigadores a descubrir el proceso de construcción de vulnerabilidad en un marco
político orientado al descubrimiento de los fenómenos naturales como sinónimos
de desastres. Nosotros
queremos impulsar el valor de la resiliencia.
¿Por qué trabajar sobre la resiliencia, que de
todas manera parece una palabra compleja y que quizás aún no llega a todos los
públicos?
En verdad no ha sido un camino
fácil, pero sí muy emocionante por el descubrimiento y nuestra actitud de niños
frente a las evidencias en los territorios. Establecer y reafirmarnos que la resiliencia es la senda que hay que
transitar para la sostenibilidad del desarrollo, implica otras maneras de mirar
el problema, de la construcción de nuevos instrumentos y adaptación de
metodologías y herramientas para trabajar sobre este nuevo paradigma: la resiliencia.
Desde esta dimensión, de la
construcción del proceso de condiciones inseguras hasta llegar a la vulnerabilidad
hay mucha incertidumbre. Se deberá estar atentos sobre cómo los procesos
sociales, y su desencuentro, con los procesos naturales crean lo que llamamos desastres, pero como una posible convivencia
pacífica entre ellos nos llevara a la sostenibilidad sobre la el camino de la resiliencia. Es fácil decirlo es más
complejo comprobarlo desde una visión científica. Esto
verdaderamente es un reto para nosotros, pero definitivamente también para el
país.
¿Porque
la resiliencia como objeto de observación?
Si damos una mirada hacia
atrás en la historia humana, fue precisamente la resiliencia, como la
capitalización, la trasmisión de experiencias exitosas que nos permitió forjar
capacidades, para resistir, permanecer y pervivir en un espacio - tiempo que
finalmente fue lo que nos trajo como civilización hasta el momento presente. La
capacidad de no darse por vencido ante las dificultades cotidianas y las
grandes.
Sin embargo, por lo que
objetivamente se puede observar, perdimos el camino, y metafóricamente nos quedamos prendidos de las “pequeñas piedras”
del mismo y por estar mirando hacia abajo en el camino (el desastre) olvidamos
la conexión entre esas piedras, como las experiencias objetivamente
capitalizadas, que nos llevan a la sostenibilidad. La gestión del riesgo es una
herramienta fundamental para pensarse el mundo, pero ella no se reduce solo a
sus fracciones, esto es: conocer el
riesgo como ejercicio académico de satisfacer la curiosidad humana, tampoco
en reducir el riesgo sin reflexión, sin ver la prospectiva y la retrospectiva
de lo que nos acontece, tampoco actuar de manera
reactiva hacia la atención del desastre ya que ese esos dos últimos son la
zona de confort donde nos movemos desde hace muchas décadas.
La resiliencia como capacidad
de afrontar y resistir, pero también de comprender y reflexionar sobre la
realidad que hemos construido, de entender que estamos haciendo mal antes de
reducir y atender el desastre con la posibilidad de ver hacia futuro. En
nuestro libro “La resiliencia, la clave
del liderazgo del siglo XXI” hacemos una exploración sobre las muchas
dimensiones de la resiliencia.
El
concepto de resiliencia más conocido es el de la física desde la capacidad de los
materiales y los desarrollos posteriores con gran avance desde la psicología.
Nuestro interés es el origen antiguo de la palabra resiliencia que proviene del
verbo en latín resilio, que significa saltar hacia atrás, saltar nuevamente,
rebotar, chocar, caer sobre.
En
latín antiguo la preposición re, es
una partícula inseparable que indica la idea de avance o de retroceso (Nieto,
2000). La palabra en latín, salio
también hace alusión a la acción de arrojarse, precipitarse, brotar o palpitar.
Desde el observatorio de resiliencia territorial nos quedamos con la acepción
más bella y así mismo más dinámica y la que implica un reto y un desafío: La resiliencia la que alude al dinamismo,
que indica energía, movimiento y cambio. Expresa acciones de avance o de
retroceso, lo contrario a lo estático. Denota también el fluir de la vida, el
brotar, el palpitar de la naturaleza, tal como lo hace el agua. Esta es justo a
la resiliencia que le apostamos.
La resiliencia no
es un lugar al que se llega, uno no
es resiliente, es el proceso que se construye días a día, con otros que
estuvieron antes y los de ahora, es el tejido mágico y eterno de historias
ancestrales, de tropiezos y experiencias exitosas. Como humanidad nos
embriagamos con nuestro propio éxito como especie, pero estamos echando por la
borda todo lo construido. Por ello no es un lugar al que se llega, porque lo
retos cambian, las situaciones, lo que implica avance o de retroceso, lo
contrario a lo estático, también el fluir de la vida, el brotar, el palpitar
de la naturaleza, tal como lo hace el agua y no solo una lista de capacidades
como receta de cocina.
Desde un pensamiento sistémico, que es nuestro
enfoque de comprensión, la resiliencia es un producto que emerge de la
interacción de unas condiciones políticas, económicas, sociales, culturales, ambientales,
espirituales de un territorio dado. Tal como una cuerda de guitarra no es
música, un diapasón no es música, una caja de resonancia no es música, una clavija
no es música, son todos estos elementos que interactúan juntos y que al ser
tocados producen música. Por ello no hay territorios Resilientes HAY PROCESOS
Resilientes que nos mantienen enfocados en la sostenibilidad, que es la “música”
que debemos producir.
En este orden de ideas,
tampoco la resiliencia es para el desastre, por el contrario la resiliencia es
para la vida. En el
libro “La Resiliencia, la clave del
liderazgo del siglo XXI” trabajamos estos diferentes formas de ver y
entender la resiliencia. Allí mencionamos que “En el campo de la gestión de riesgos existe una tendencia a considerar
la resiliencia como una capacidad que está presente sólo para hacer frente al
desastre. Algunas organizaciones nacionales e internacionales orientan su
trabajo bajo esa premisa. Es así como las acciones de preparación,
planificación y organización que proponen son en consecuencia guiadas desde
una visión preconcebida fatalista.
Este comportamiento proviene de una mirada
lineal y reduccionista de la problemática, centrada en los efectos de la
destrucción. Sin embargo, esta forma de percibir impide ver que ese desastre es
la culminación de un proceso de construcción cotidiana y deliberada del riesgo
en los territorios. Un ejemplo de lo
anterior ocurre cuando los gobiernos se centran en aumentar la manera de
atender las emergencias, sin incidir sobre las múltiples causas que las
generan. Si las acciones sólo se encaminan de manera reactiva y paliativa, el
origen de la problemática jamás será atacado realmente. Por el contrario, las
condiciones que configuraron el desastre podrán agudizarse cada vez más.
Bajo
este entendido, en el libro se ratifica “La
creación de resiliencia para el desastre atiende a una solución o mitigación de
corto plazo. Esto finalmente agrava el problema porque reafirma el modelo
mental asociado a una concepción de “desastres naturales”. Un escenario donde
lo único que pueden hacer las personas es prepararse para la respuesta. Con
certeza, lo que esto promueve es una visión fisicalista de la resiliencia.
Una visión corto
placista como esta abre un espacio cada vez más grande para la corrupción, ya que desde aquí surge la visión
paternalista de los gobiernos, donde deciden quien puede o no puede ser
resiliente, mediante acciones de dar o no capacitación, este es el caldo de
cultivo para el paternalismo y el eterno asistencialismo que nos tiene en
inercia y en una zona de confort, donde nada es mi responsabilidad personal.
Contrariamente
a lo que se está promoviendo, la resiliencia es un proceso permanente para la
vida. Los grupos sociales permanecen inmersos en las dinámicas de las
dimensiones del desarrollo: políticas, económicas, sociales, ambientales, que
condicionan la manera de estar y habitar un territorio. Si estas condiciones son inseguras, se gesta la
pobreza, la ausencia de gobernabilidad y la desinstitucionalización. Se
abandona la participación organizada de las personas y se evidencia la
ausencia de compromiso para aceptar y asumir la normatividad que implica la
vida en comunidad. Así las cosas, se consolida una sociedad que padece un estado
de desastre permanente y al encontrarse,
esa comunidad, en un espacio tiempo con la ocurrencia de un fenómeno natural
surge la profundización de las condiciones de desastre sin posibilidad de
resiliencia.
Asumiendo
el nuevo paradigma que la resiliencia es para la vida, La resiliencia es un
término que llegó para quedarse, se
incorporó en el panorama contemporáneo, por lo cual es necesario y la
responsabilidad de todos los que estamos en el tema ahondar en su significado y
en la relación con la estructura conceptual preexistente en la gestión del
riesgo. En ese sentido, la propuesta
es reivindicar la práctica de la resiliencia
para la vida, en contraposición a una visión de resiliencia para el desastre, que con frecuencia esta última,
orienta las políticas y acciones sobre los territorios. Claro lanzamos este
reto con mesura ya que, la ruptura de un paradigma y el posicionamiento de uno
nuevo no es un proceso lineal. Un
ejemplo de ello es como después de tres décadas de demostrar que los desastres
no son naturales, aún persiste la tendencia a culpar a la naturaleza de los
daños.
La
resiliencia se constituye en un espacio que convoca, que atrae que imanta a
todas las acciones que se desarrollan en favor de la sostenibilidad. La
resiliencia entendida como dinamismo, que indica energía, movimiento y cambio,
como el mismo fluir de la vida se constituye en puente entre el riesgo y el desarrollo como temas de una
misma agenda, así las cosas, propicia un avance conceptual y metodológico,
que descentra la actual discusión de polarización entre un enfoque de intervención basado en el riesgo o en el desastre. Se
convierte en el eje articulador que
comunica diversos caminos que buscan finalmente fortalecer capacidades
financieras, humanas, naturales, físicas, económicas de los individuos y
organizaciones desde diferentes acciones y disciplinas.
La
resiliencia para la vida es un nuevo paradigma para la sostenibilidad, la
continuidad de la vida y negocios en los territorios. Con esta nueva promesa
de valor que trae, desde nuestra perspectiva, la resiliencia nos adentramos a
lo territorial.
¿Por
qué territorial?
¿Por qué observatorio de resiliencia y encima de todo territorial?
Nuestro enfoque es
desde lo territorial, ya que pesar que se trabaje pragmáticamente, para
gestionar los riesgos y construir resiliencia, por ejemplo, con las necesidades
propias de una empresa privada o desde los entes públicos, una comunidad X, Y o
Z, TODOS estamos compartiendo un mismo territorio. Cuando un gran desastre llega no pregunta, no escoge y sea que
estemos más o menos expuestos, todos nos veremos afectados por el impacto
directo o por las disfunciones que impactan el sistema funcional mismo del
territorio.
Si comprendemos el
territorio, como espacio físico socialmente construido es justo donde se crea
la resiliencia, con sus propias especificidades, oportunidades y capacidades.
Es también donde se cimienta el riesgo y finalmente se materializa también el
desastre. Comprender la resiliencia como un proceso que se construye con el
concurso de todos los actores sociales, permitirá avanzar hacia la sostenibilidad
del desarrollo territorial.
La resiliencia, no
como un deber ser sino desde lo territorial, contextualiza de forma vital y
cambiante un espacio geográfico. Brinda un referente social y cultural de
identidad, del lugar donde habita la vida animal o vegetal y donde se traza la
cultura de los pueblos. Es en este espacio vivido donde emerge la resiliencia
como un espacio cotidiano donde se cultiva la sostenibilidad.
Toda acción que
desarrolle el ser humano tiene una reacción a corto o a largo plazo y nos
afecta a todos, por ello la importancia de no vernos como sujetos aislados ya
que desde lo sistémico todo afecta.
El territorio es
el “escenario” del desarrollo humano y en consecuencia de la generación de
riesgo.
La creación y
recreación de la resiliencia está en cada individuo y es responsabilidad del
conjunto social en mantenerla y cuidarla. Se es más fuerte, en tanto los
recursos, materiales y procesos utilizados para construir el territorio sean de
buena calidad y su tejido social sea adecuado. Y se haya sido capaz de cultivar
un vínculo afectivo con la Tierra: cuidarla con comprensión, compasión y amor; siendo
moderados en el uso de sus recursos, desistiendo de toda violencia contra sus
ecosistemas.
¿Cuál
es nuestra invitación?
Queremos hacer una
invitación desde este naciente observatorio para convocarlos a escribir desde
un pensamiento disruptivo, haciendo acopio a la creatividad, para una re-evolución
del pensamiento y a la innovación para pensarse nuevamente la sostenibilidad y
las muchas maneras de hacer efectiva la resiliencia.
Todos los que
tengan una forma disruptiva de mirar el entorno, el riesgo, el desastre son
bienvenidos a este espacio de reflexión.
Muchas gracias por compartir, Henry. Es Preciso y reflexivo.
ResponderEliminarNecesitamos trabajar juntos para construir un territorio resiliente para el desarrollo sostenible.
Gracias por el comentario. Así es juntos para crear resiliencia.
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