domingo, 4 de febrero de 2018

Un emprendimiento resiliente: Observatorio Resiliencia Territorial


Por: Amparo Velásquez Peñalosa
Directora Observatorio Resiliencia Territorial

Henry A. Peralta
Gerente General Soluciones Resilientes

Cuando ideamos crear Soluciones Resilientes, esta tenía como objetivo un emprendimiento donde pudiéramos arriesgarnos a pensar disruptivamente para hacer acompañamiento al sector privado y a los gobiernos locales. Anterior a esto se creó entre los futuros clientes una reputación y se generó confianza sobre la idea que gestionar los riesgos para construir resiliencia era un buen negocio y un factor de competitividad. Para el desarrollo de estas ideas tantas veces contempladas, habladas y acaricidas entre charlas y cafés interminables, resolvimos que para establecer una nueva visión había que crear un espacio, una plataforma desde donde se pudiera, como bien decíamos,  “evangelizar” y accionar con autonomía e independencia, desde dónde dar respuesta a la necesidad sentidas, por nosotros, de mostrar nuestra manera de interpretar los acontecimientos y poder establecer una mirada más fresca y sistémica sobre la gestión del riesgo, como medio y no como fin.

Gestionar el riesgo se convirtió para nosotros no solo como un ejercicio para el manejo del desastre (del cual Colombia fue pionero en Latinoamérica al organizar un Sistema de Prevención y Atención de Desastres a mediados de los años 80,  el cual fue modelo para Latinoamérica) sino utilizar la gestión del riesgo de desastres como herramienta para emprender procesos de desarrollo con un propósito de sostenibilidad por el camino de la construcción de resiliencia. Desarrollo y riesgo temas de una misma agenda.

En ese marco de actuación del ejercicio mismo de la profesión a través de esta Soluciones Resilientes y desde nuestras convicciones no quedaba más que hacer un espacio que permitiría capitalizarla la información, los datos que irían surgiendo, sistematizarla, comprender y convertirla en conocimiento. Es en ese marco surge el libro en el que somos coautores “La Resiliencia, la clave del liderazgo del siglo XXI”.

Pero más allá del libro, importante para aclararnos, poner en juego nuestras ideas y exponernos a la crítica pero también aguijonear a la academia y las diferentes instancias que enseñan y  practican la gestión del riesgo de desastres, se hace necesario un nicho que observe, genere y capitalice conocimiento en resiliencia como tendencia lógica y propósito de la gestión del desarrollo.

Es allí desde esa convicción desde donde surge, con más deseo que infraestructura, el primer observatorio de Resiliencia Territorial, como una respuesta a una necesidad sentida de verificar y hacer seguimiento al propósito del desarrollo que se está realizando en Colombia y en Latinoamérica. Este observatorio de resiliencia territorial nace adscrito a Soluciones Resilientes, porque la empresa requiere un aliado que este capitalizando la información que busque, analice, aclare, establezca tendencias y sea una base de información para avanzar en la comprensión de las formas de actuar y sentir de las empresas , las entidades públicas y de las propias personas.

¿Por qué observatorio?

Se requiere de esta herramienta de planificación que permita hacer seguimiento, en el caso de Colombia a la Ley1523 de 2012 y al desarrollo posterior con el decreto 2157 reglamentario del art 42 de esa misma ley.  Colombia como siempre liderando estos procesos deja a tras el decreto ley 919 de 1989 de atención de desastres, deja 23 años de pretender atender los desastres y se coloca en la idea, por lo menos desde la normativa, a reducir el riesgo. Este proceso hay que obsérvalo muy bien. Este salto cualitativo de pasar del desastre al riesgo, es vigilado por muchos países desde el punto de vista de la cooperación que desarrollamos a través del a Comunidad andina (BoliviaColombiaEcuador y Perú) antes Pacto Andino. Dada la experiencia Colombia comparte estas experiencias.

Sin embargo fueron casi 23 años de hacer la gestión de desastres a través de un sistema que cubría todo el territorio nacional para atender desastres bajo la premisa que los “desastres son naturales” y este salto cualitativo conceptual  de practica operativa e inversión requiere observación (investigación, registro, seguimiento, etc.) para que finalmente salgamos de la zona de confort y aunque técnicamente hablemos de gestión del riesgo sigamos, bajo ese nuevo eslogan, gestionando o “reduciendo” los desastre de siempre. Esto implica entender una máxima de oro: que el desastre se atiende y el riesgo se prevé y se reduce.

La noción de observatorio se asocia con herramientas y conceptos propios de la gestión del conocimiento como es el caso de las buenas prácticas, aprendizaje organizacional, lecciones aprendidas, vigilancia estratégica, redes de colaboración y uso compartido del conocimiento. Este es el deber ser. La información y análisis es clave para la toma de decisiones.

Vamos sobre la senda trazada por LA RED en los años 90`que definieron con valor y de forma preclara que los desastres NO son naturales  y que con ello hicieron todo un movimiento al invocar a generaciones de investigadores a descubrir el proceso de construcción de vulnerabilidad en un marco político orientado al descubrimiento de los fenómenos naturales como sinónimos de desastres. Nosotros queremos impulsar el valor de la resiliencia.

¿Por qué trabajar sobre la resiliencia, que de todas manera parece una palabra compleja y que quizás aún no llega a todos los públicos?

En verdad no ha sido un camino fácil, pero sí muy emocionante por el descubrimiento y nuestra actitud de niños frente a las evidencias en los territorios. Establecer y reafirmarnos que la resiliencia es la senda que hay que transitar para la sostenibilidad del desarrollo, implica otras maneras de mirar el problema, de la construcción de nuevos instrumentos y adaptación de metodologías y herramientas para trabajar sobre este nuevo paradigma: la resiliencia.

Desde esta dimensión, de la construcción del proceso de condiciones inseguras hasta llegar a la vulnerabilidad hay mucha incertidumbre. Se deberá estar atentos sobre cómo los procesos sociales, y su desencuentro, con los procesos naturales crean lo que llamamos desastres, pero como una posible convivencia pacífica entre ellos nos llevara a la sostenibilidad sobre la el camino de la resiliencia. Es fácil decirlo es más complejo comprobarlo desde una visión científica. Esto verdaderamente es un reto para nosotros, pero definitivamente también para el país.

¿Porque la resiliencia como objeto de observación?

Si damos una mirada hacia atrás en la historia humana, fue precisamente la resiliencia, como la capitalización, la trasmisión de experiencias exitosas que nos permitió forjar capacidades, para resistir, permanecer y pervivir en un espacio - tiempo que finalmente fue lo que nos trajo como civilización hasta el momento presente. La capacidad de no darse por vencido ante las dificultades cotidianas y las grandes.

Sin embargo, por lo que objetivamente se puede observar, perdimos el camino, y metafóricamente nos quedamos prendidos de las “pequeñas piedras” del mismo y por estar mirando hacia abajo en el camino (el desastre) olvidamos la conexión entre esas piedras, como las experiencias objetivamente capitalizadas, que nos llevan a la sostenibilidad. La gestión del riesgo es una herramienta fundamental para pensarse el mundo, pero ella no se reduce solo a sus fracciones, esto es: conocer el riesgo como ejercicio académico de satisfacer la curiosidad humana, tampoco en reducir el riesgo sin reflexión, sin ver la prospectiva y la retrospectiva de lo que nos acontece, tampoco actuar de manera reactiva hacia la atención del desastre ya que ese esos dos últimos son la zona de confort donde nos movemos desde hace muchas décadas.

La resiliencia como capacidad de afrontar y resistir, pero también de comprender y reflexionar sobre la realidad que hemos construido, de entender que estamos haciendo mal antes de reducir y atender el desastre con la posibilidad de ver hacia futuro. En nuestro libro “La resiliencia, la clave del liderazgo del siglo XXI” hacemos una exploración sobre las muchas dimensiones de la resiliencia.

El concepto de resiliencia más conocido es el de la física desde la capacidad de los materiales y los desarrollos posteriores con gran avance desde la psicología. Nuestro interés es el origen antiguo de la palabra resiliencia que proviene del verbo en la­tín resilio, que significa saltar hacia atrás, saltar nuevamente, rebotar, chocar, caer sobre.

En latín antiguo la preposición re, es una partícula inseparable que indica la idea de avance o de retroceso (Nieto, 2000). La palabra en latín, salio también hace alusión a la acción de arrojarse, precipitarse, brotar o pal­pitar. Desde el observatorio de resiliencia territorial nos quedamos con la acepción más bella y así mismo más dinámica y la que implica un reto y un desafío: La resiliencia la que alude al dinamismo, que indica energía, movimiento y cambio. Expresa acciones de avance o de retroceso, lo contrario a lo estático. Denota tam­bién el fluir de la vida, el brotar, el palpitar de la naturaleza, tal como lo hace el agua. Esta es justo a la resiliencia que le apostamos.

La resiliencia no es un lugar al que se llega, uno no es resiliente, es el proceso que se construye días a día, con otros que estuvieron antes y los de ahora, es el tejido mágico y eterno de historias ancestrales, de tropiezos y experiencias exitosas. Como humanidad nos embriagamos con nuestro propio éxito como especie, pero estamos echando por la borda todo lo construido. Por ello no es un lugar al que se llega, porque lo retos cambian, las situaciones, lo que implica avance o de retroceso, lo contrario a lo estático, tam­bién el fluir de la vida, el brotar, el palpitar de la naturaleza, tal como lo hace el agua y no solo una lista de capacidades como receta de cocina.

Desde un pensamiento sistémico, que es nuestro enfoque de comprensión, la resiliencia es un producto que emerge de la interacción de unas condiciones políticas, económicas, sociales, culturales, ambientales, espirituales de un territorio dado. Tal como una cuerda de guitarra no es música, un diapasón no es música, una caja de resonancia no es música, una clavija no es música, son todos estos elementos que interactúan juntos y que al ser tocados producen música. Por ello no hay territorios Resilientes HAY PROCESOS Resilientes que nos mantienen enfocados en la sostenibilidad, que es la “música” que debemos producir.

En este orden de ideas, tampoco la resiliencia es para el desastre, por el contrario la resiliencia es para la vida. En el libro “La Resiliencia, la clave del liderazgo del siglo XXI” trabajamos estos diferentes formas de ver y entender la resiliencia. Allí mencionamos que “En el campo de la gestión de riesgos existe una tendencia a considerar la resiliencia como una capacidad que está presente sólo para hacer frente al desastre. Algunas organizaciones na­cionales e internacionales orientan su trabajo bajo esa premisa. Es así como las acciones de preparación, planificación y organi­zación que proponen son en consecuencia guiadas desde una visión preconcebida fatalista. Este comportamiento proviene de una mirada lineal y reduccionista de la problemática, centrada en los efectos de la destrucción. Sin embargo, esta forma de percibir impide ver que ese desastre es la culminación de un proceso de construcción cotidiana y deliberada del riesgo en los territorios. Un ejemplo de lo anterior ocurre cuando los gobiernos se centran en aumentar la manera de atender las emergencias, sin incidir sobre las múltiples causas que las generan. Si las acciones sólo se encaminan de manera reactiva y paliativa, el origen de la problemática jamás será atacado realmente. Por el contrario, las condiciones que configuraron el desastre podrán agudizarse cada vez más.

Bajo este entendido, en el libro se ratifica “La creación de resiliencia para el desastre atiende a una solución o mitigación de corto plazo. Esto finalmente agrava el problema porque reafirma el modelo mental asociado a una concepción de “desastres naturales”. Un escenario donde lo único que pueden hacer las personas es prepararse para la respuesta. Con certeza, lo que esto promueve es una visión fisicalista de la resiliencia.

Una visión corto placista como esta abre un espacio cada vez más grande para la corrupción, ya que desde aquí surge la visión paternalista de los gobiernos, donde deciden quien puede o no puede ser resiliente, mediante acciones de dar o no capacitación, este es el caldo de cultivo para el paternalismo y el eterno asistencialismo que nos tiene en inercia y en una zona de confort, donde nada es mi responsabilidad personal.

Contrariamente a lo que se está promoviendo, la resiliencia es un proceso permanente para la vida. Los grupos sociales permanecen inmersos en las dinámicas de las dimensiones del desarrollo: políticas, económicas, socia­les, ambientales, que condicionan la manera de estar y habitar un territorio. Si estas condiciones son inseguras, se gesta la pobreza, la ausencia de gobernabilidad y la desinstitucionali­zación. Se abandona la participación organizada de las perso­nas y se evidencia la ausencia de compromiso para aceptar y asumir la normatividad que implica la vida en comunidad. Así las cosas, se consolida una sociedad que padece un estado de desastre permanente y al encontrarse, esa comunidad, en un espacio tiempo con la ocurrencia de un fenómeno natural surge la profundización de las condiciones de desastre sin posibilidad de resiliencia.

Asumiendo el nuevo paradigma que la resiliencia es para la vida, La resiliencia es un término que llegó  para quedarse, se incorporó en el panorama contemporáneo, por lo cual es necesario y la responsabilidad de todos los que estamos en el tema ahondar en su significado y en la relación con la estructura con­ceptual preexistente en la gestión del riesgo. En ese sentido, la propuesta es reivindicar la práctica de la resiliencia para la vida, en contraposición a una visión de resiliencia para el desastre, que con frecuencia esta última, orienta las políticas y acciones sobre los territorios. Claro lanzamos este reto con mesura ya que, la ruptura de un paradigma y el posiciona­miento de uno nuevo no es un proceso lineal. Un ejemplo de ello es como después de tres décadas de demostrar que los desastres no son naturales, aún persiste la tendencia a culpar a la naturaleza de los daños.

La resiliencia se constituye en un espacio que convoca, que atrae que imanta a todas las acciones que se desarrollan en favor de la sostenibilidad. La resiliencia entendida como dinamismo, que indica energía, movimiento y cambio, como el mismo fluir de la vida se constituye en puente entre el riesgo y el desarrollo como temas de una misma agenda, así las cosas, propicia un avance conceptual y metodológico, que descentra la actual discusión de polarización entre un enfoque de inter­vención basado en el riesgo o en el desastre. Se convierte en el eje articulador que comunica diversos caminos que buscan finalmente fortalecer capacidades financieras, humanas, natu­rales, físicas, económicas de los individuos y organizaciones desde diferentes acciones y disciplinas.

La resiliencia para la vida es un nuevo paradigma para la sostenibilidad, la continuidad de la vida y negocios en los terri­torios. Con esta nueva promesa de valor que trae, desde nuestra perspectiva, la resiliencia nos adentramos a lo territorial.

¿Por qué territorial?
¿Por qué observatorio de resiliencia y encima de todo territorial?

Nuestro enfoque es desde lo territorial, ya que pesar que se trabaje pragmáticamente, para gestionar los riesgos y construir resiliencia, por ejemplo, con las necesidades propias de una empresa privada o desde los entes públicos, una comunidad X, Y o Z, TODOS estamos compartiendo un mismo territorio. Cuando un gran desastre  llega no pregunta, no escoge y sea que estemos más o menos expuestos, todos nos veremos afectados por el impacto directo o por las disfunciones que impactan el sistema funcional mismo del territorio.

Si comprendemos el territorio, como espacio físico socialmente construido es justo donde se crea la resiliencia, con sus propias especificidades, oportunida­des y capacidades. Es también donde se cimienta el riesgo y finalmente se materializa también el desastre. Comprender la resiliencia como un proceso que se construye con el concurso de todos los actores sociales, permitirá avanzar hacia la soste­nibilidad del desarrollo territorial.

La resiliencia, no como un deber ser sino desde lo territorial, contextualiza de for­ma vital y cambiante un espacio geográfico. Brinda un referente social y cultural de identidad, del lugar donde habita la vida animal o vegetal y donde se traza la cultura de los pueblos. Es en este espacio vivido donde emerge la resiliencia como un espacio cotidiano donde se cultiva la sostenibilidad.

Toda acción que desarrolle el ser humano tiene una reacción a corto o a largo plazo y nos afecta a todos, por ello la importancia de no vernos como sujetos aislados ya que desde lo sistémico todo afecta.

El territorio es el “escenario” del desarrollo humano y en consecuencia de la generación de riesgo.

La creación y recreación de la resiliencia está en cada individuo y es responsabilidad del conjunto social en mantenerla y cuidarla. Se es más fuerte, en tanto los recursos, materiales y procesos utilizados para construir el territorio sean de buena calidad y su tejido social sea adecuado. Y se haya sido capaz de cultivar un vínculo afectivo con la Tierra: cuidarla con comprensión, compasión y amor; siendo moderados en el uso de sus recursos, desistiendo de toda violencia contra sus ecosistemas.

¿Cuál es nuestra invitación?

Queremos hacer una invitación desde este naciente observatorio para convocarlos a escribir desde un pensamiento disruptivo, haciendo acopio a la creatividad, para una re-evolución del pensamiento y a la innovación para pensarse nuevamente la sostenibilidad y las muchas maneras de hacer efectiva la resiliencia.

Todos los que tengan una forma disruptiva de mirar el entorno, el riesgo, el desastre son bienvenidos a este espacio de reflexión.