lunes, 23 de marzo de 2020

LA VERDADERA PANDEMIA



Por: Amparo Velásquez Peñaloza
Directora Observatorio de Resiliencia Territorial
Soluciones Resilientes



Este texto no tiene el propósito de ahondar en el tema sobre las precauciones en relación al COVID 19 o sobre las implicaciones que ha tenido y seguirá teniendo en el orden social, político, institucional, económico y productivo que aún están por determinarse. Sin embrago es claro que tenemos en nuestras manos un desastre, resultado de la relación equivocada entre sociedad – sociedad y ésta con la naturaleza. Ahora todos los ojos del mundo están puestos en el desastre (como suele ocurrir en estos casos, recuerden lo que sucede en la destrucción y muerte en un sismo, deslizamiento, inundaciones, tsunamis, etc), donde una parte del mundo se solidariza con el otro afectado, con la ilusión que esos hechos estén muy lejos, pero ahora nos tocó a todos. Esta atención fija en el desastre nos está causando lo denominado “efecto túnel” (utilizados por quienes hemos participado en atención de desastres) que puede llevarnos a situaciones peores, pues sigue sin establecer las condiciones que facilite una plataforma que permita construir resiliencia territorial y no solo la atención del desastre.

Sin lugar a dudas es importante que atendamos a las recomendaciones que hacen los expertos sobre el manejo de los virus en general, volver a las buenas costumbres de limpieza personal y sobre todos de empatía, que nos lleva a la solidaridad de colocarnos en los zapatos del otro, impidiendo que personas se lleven el grueso de las provisiones alimentarias, los instrumentos de aseo personal y de casa. Estas acciones de miedo social complican y complejizan el abastecimiento de la población en general y profundiza la ya grave situación para miles de personas que están en situación de calle, con empleos informales (que si no trabajan sencillamente no comen) y enfermos crónicos que el estado deberá resolver pronto.

La empatía, como práctica que al parecer el grueso de la población ha olvidado junto con sus hábitos de higiene enseñados como usanza habitual en otros tiempos. La falta de empatía observables en los hechos lamentables y grotescos como apedrear la casa de dos hermanas de 63 y 70 años que tiene síntomas de la enfermedad COVID 19 o cambiar de acera por el tránsito de unos paseadores de perros (profesión informal) por la sospecha que los animales los puedan infectar, lo cual es errado.

El enemigo no es el virus COVID 19 (creado por la equivocada relación sociedad - naturaleza) y menos aún las personas quienes lo padecen. Exploremos, por favor, levantemos los ojos miremos en otras direcciones, a las situaciones cotidianas más cercana en las dinámicas de relacionamiento administrativo de los ciudadanos con sus estructuras políticas en los diferentes países relacionada con todos los aparatos de gobierno del mundo. Investiguemos, porque es un peligro que esta delante de nuestros ojos, por costumbre convivimos con él, que por lo ordinario y común ya no lo vemos y que para otros individuos de la sociedad es su modus vivendi: la corrupción; ésta es la verdadera “pandemia”.

Sin dejar de ver que el COVID 19 es un virus nuevo, que en tiempo real estamos aprendiendo de su comportamiento y como dice nuestro inmunólogo Colombiano, Manuel E. Patarroyo, quien descubrió en 1987 la primera vacuna contra la malaria, hay que escuchar lo que nos dice el virus de su comportamiento, en otras palabras es un llamado a que por primera vez escuchemos la naturaleza.

La actual situación mundial es un desastre, es decir, es un riesgo actualizado y como tal se pudo prever por la sociedad en general, por los funcionarios responsables de la salud en el mundo y sobre todo por los diseñadores y ejecutores de las políticas públicas y ordenadores del gasto. Tal como en muchos hechos que han enlutado comunidades en el mundo las acciones que han ocurrido y que equivocadamente llaman “desastres naturales” siempre han sido previsibles. La diferencia es que el fenómeno COVID 19 al cual se le da la responsabilidad (en otros momentos a los fenómenos naturales de deslizamiento o el sismo o tsunami, etc.) del desastre tiene una característica de ubicuidad (tal como la corrupción) que afecta a pobres y a ricos, incide en cualquier tipo de color de piel, no tiene dificultad con el género, aunque si afecta hasta ahora en mayor proporción a las personas mayores expuestas (tal como está ocurriendo con las reformas económicas que inician por el manejo de las pensiones en el mundo).   

Este desastre para la humanidad, la afectación por el COVID 19, que se abre paso entre la población mundial y como un desastre biológico se apodera de un mundo que ya estaba previamente en vulnerabilidad por una “pandemia” mayor que es la corrupción. En Ningún momento esta pandemia, el COVID 19, es lo que Taleb llamaría “el cisne negro” pues a todas luces se cocinaba (nunca mejor dicho) esta situación y ya la había puesto en consideración en un programa de dos temporadas en Netflix llamada “Pandemia” que hacen seguimiento a las acciones y dificultades de científicos trabajando de manera personal en entender y contener los virus, que invito a revisar.

Me daré licencia para utilizar esta palabra pandemia y apropiarla a un fenómeno que llegó al mundo para quedarse y que propicia junto con nuestra indiferencia la creación de una sociedad asistida, frágil y muy mal portada: la corrupción.

La corrupción de define de acuerdo con la RAE como la “acción y efecto de corromper o corromperse”, pero me quedo con la cuarta acepción del concepto que muestra que es un fenómeno que ocurre “En las organizaciones, especialmente en la públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”. Con lo cual la corrupción es el uso indebido del poder y la forma más rápida de obtener ganancias económicas o políticas, contrarias al desarrollo social y económico de sus pueblos, mediante la apropiación de fondos públicos o distorsión de políticas públicas.

Con esta licencia utilizaré una analogía, con fines meramente pedagógicos, haciendo uso de los conceptos utilizados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para explicar cómo una situación llega a ser pandemia, para lo cual tiene que cumplir una serie de criterios y superar la fase epidémica.

De acuerdo con la OMS, un brote epidémico es una clasificación usada en la epidemiología para denominar la “aparición repentina de una enfermedad debida a una infección en un lugar específico y en un momento determinado”. Un ejemplo es una intoxicación alimentaria donde aparecen casos durante dos o tres días, la misma que surge cuando la corrupción se presenta con unas personas por una sola vez desfalcan al estado y con ellos afectan las raciones alimentarias de los niños de una localidad. También pude ser por brotes de meningitis o sarampión que llega a extenderse dos o tres meses.

Pasa del brote a un estadio de epidemia es cuando una enfermedad se propaga activamente debido a que el brote se descontrola y se mantiene en el tiempo, con lo cual aumenta el número de casos en un área geográfica concreta. Tal cual sucede cuando una entidad en conexión con otras entidades sistemáticamente está recortando los alimentos o bajando su calidad en los restaurantes escolares de los menores y esta práctica corrupta se mantiene en el tiempo y además se extiende a los establecimientos de un país y de otros en la región donde prosperan estas prácticas.

Un estadio superior de transmisión del virus se declara como pandemia para lo cual, de acuerdo con la OMS, se tienen que cumplir dos criterios: que el brote epidémico afecte a más de un continente y que los casos de cada país ya no sean importados sino provocados por trasmisión de las personas de un lugar. En la corrupción en los últimos tiempos, por ejemplo, en Latinoamérica con conexiones en otros continentes, la hemos podido comprobar que mediante coaliciones para delinquir como una nueva pandemia del “virus” de la corrupción. Esta forma de malversar las arcas del Estado se ha perfeccionado y se hace coaliciones globales para transgredir mediante la movilización ingente de recursos con impacto en los derechos fundamentales de los pueblos.

Esta analogía de la virulencia de las enfermedades pude compararse, en lo nocivo y expansivo, si se toma en consideración las diferentes formas de corrupción en el marco de las relaciones con lo público. Igual que lo virus biológicos que nos han acompañado a lo largo de la existencia humana, así mismo el “virus” de la corrupción está permanente mutando y mostrando diferentes aspectos del mismo mal tipificados en la ley: el soborno, realizado cuando un funcionario público hace o dejar de hacer algo que era su responsabilidad. Peculado: Cuando un funcionario público se queda o desvía el dinero público, para su beneficio o de terceros, que le fue confiado para administrar. Tráfico de influencias. Cuando un funcionario público acomoda las decisiones de otorgar construcciones de hospitales, servicios públicos que mejoran la vida de las comunidades en favor de personas que son cercanas o con quienes tienen negocios privados. Funcionario que se extralimita en las funciones y requisitos de aquello a lo que está autorizado por ley y tipificando el abuso de poder. Cuando existe un incremento injustificado del patrimonio de un funcionario público conocido como enriquecimiento ilícito. Imponer trabas o amedrentar o evitar la denuncia de un ilícito. Bajo este marco crece la impunidad e impide impartir justicia. También el uso ilegal de información privilegiada, el nepotismo, conspiración para la corrupción.

Todas estas acciones de corrupción son las que impiden la construcción de resiliencia territorial expresada en mejor y más fuerte infraestructura social y comunitaria, protección del ambiente, capacitación, conocimiento, legislaciones, reducción de la vulnerabilidad social, económica, política y administrativa que permitan ser resistentes y “antifragiles” (expresión de Nassin Taleb) ante la exposición de cualquier amenaza. Esta vulnerabilidad es el resultado de nunca haber realizado las inversiones en salud necesaria. por lo cual nos corresponde improvisar soluciones autoritarias en ausencia de una siempre esperada cooperación internacional que siempre nos ha dado la mano en estas situaciones y que ahora no será porque los damnificados somos todos.

Si una piensa en cómo hemos aprendido frente a la última pandemia de 1918 se podría decir que desde el punto médico y de seguimiento biológico sobre la observación en tiempo real de un fenómeno que cobro millones de vidas fue un aprendizaje que se capitalizado, pero no tiene esa misma construcción el acervo social de comportamiento en resiliencia frente a la construcción del riesgo y menos aún en la atención del desastre. Sea esta la oportunidad para capitalizar esta experiencia. 

Si atendemos a los análisis en su publicación de 2016 de la ONG Transparencia Internacional (TI)[1], conjunto de organizaciones de la sociedad civil de América Latina y el Caribe que unen fuerzas para promover la transparencia y rendición de cuentas, con lo cual se busca instaurar prácticas sistemáticas de autorregulación, a través del aprendizaje mutuo, de la transferencia y adopción de estándares voluntarios y comunes para los países, quién cuantifica el costo de la corrupción que afecta negativamente en cifras económicas y en términos del desarrollo anual a los países en su conjunto coloca como ejemplo la erradicar la extrema pobreza: $65 billones, Salud Universal: $80 billones, Acceso a agua y sanidad: $27 billones, Educación primaria universal: $42 billones.

Es valiosa esta apreciación ya que Transparencia Internacional tiene como metodología para el desarrollo del Índice de Percepción de Corrupción (IPC) el cálculo utilizando 13 fuentes de datos distintas de 12 instituciones independientes que recogen las percepciones sobre la corrupción de los últimos dos años.

Continuando con las cifras, para ese mismo año establece, TI, que el dinero perdido en corrupción[2] (al año) se reparte de la siguiente manera: Flujos ilícitos es de $1 trillón que sale de países subdesarrollados, Evasión Fiscal Global: $3 trillones, Sobornos pagados globalmente: $1 trillón, $20-$40 billones robados de presupuestos públicos en países del tercer mundo y depositados en paraísos fiscales. Entre USD 20.000 y 40.000 millones son robados de los presupuestos públicos de países en desarrollo como resultado de corrupción en las altas esferas del poder y ocultados en el extranjero.


Esta situación de desastre por el COVID 19 o cualquier otra por la  ocurrencia de otros fenómenos detonantes, muestra la peor cara de la corrupción pues nos enseña toda la vulnerabilidad del sistema mundial, del estamento de salud y la fragilidad de los más pobres, sin embrago es presenta como una oportunidad para los inescrupulosos para profundizar en la pérdida y malversación de recursos. “La adquisición de medicamentos y suministros en los sistemas de salud suele ser una de las áreas más vulnerables a la corrupción.”[3]
El Índice de Percepción de la Corrupción para el 2019 muestra un estancamiento de la lucha contra la corrupción en la mayoría de los países, revela la incapacidad de la mayoría de los países para controlar la corrupción, lo que a su vez contribuye a una crisis de la democracia en todo el mundo. Este debe ser un aprendizaje social a capitalizar para construir resiliencia y hacer valer los derechos de todos, recordemos que la “cadena es tan fuerte como el eslabón más débil”.

La resiliencia personal, comunitaria y territorial esta en juego como un producto que emerge de unos contextos dados, pero en el marco de la corrupción lo que emerge de este caldo de cultivo es: muerte, enfermedad, desnutrición, analfabetismo, profundización de la pobreza sin servicios básicos, impide el desarrollo, crea baja gobernanza, fragiliza la democracia por que crea relaciones de padrinazgo, asistencialismo y una sociedad asistida. Bajo estos términos ya teniamos un desastre social, ambiental, económico e institucional mucho antes de que llegara el COVID 19, su arribo solo sirvió nos desvelar una vulnerabilidad territorial preexistente.
En el programa investigativo de Netflix, mencionado al principio de este artículo, se puede ver no la corrupción, pero si la burocracia para la asignación de dineros públicos hacia otras causas que impide la asignación de dineros a la creación de fondos para investigación en los virus que hasta el momento se habían manejado, pero fueron claros los investigadores consultados en decir que el surgimiento de una pandemia era cuestión de tiempo. Esa inercia burocrática contrasta con los investigadores comprometidos con llevar adelante el tema y la búsqueda de fondos para investigación, acciones que tocan los dinteles de visiones mesiánicas dejando de lados su vida y afrontando las carencias del sistema con su esfuerzo personal.

Finalmente a “lavarse las manos” nos invitan para mantenernos alejados del novedoso virus, este acto al que nos exhortan los especialistas, es además de un mandato para preservar la salud  y paradójicamente la misma acción que realiza Poncio Pilatos frente a un Jesús ensangrentado  (apropósito de la semana santa) y así mismo lo que hacen los responsables del tema en el mundo frente al desastre como actualización del riesgo que ya se sabía que ocurriría. La invitación es que nos protejamos no solo del virus sino de las visiones sesgadas sobre el verdadero problema y nos impulsemos, basados en esta dolorosa experiencia que enluta cientos de países mientras atemoriza al mundo entero, a la construcción de resiliencia territorial.

5 comentarios:

  1. me parece muy acertada la reflexión, solo nos queda seguir adelante y pedir que Dios,nos guarde y proteja todavía humanidad

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  2. Muy acertada analogía entre la corrupción y el COVID-19, ambos convertidos en pandemia. Nunca he estado más de acuerdo cuando escribes, "Bajo estos términos ya teniamos un desastre social, ambiental, económico e institucional mucho antes de que llegara el COVID 19, su arribo solo sirvió nos desvelar una vulnerabilidad territorial preexistente." Creo que este Desastre tiene sus raices en nuestra sociedad, en la pérdida de nuestro Norte y nos brinda la oportunidad de replantearlo todo y organizar nuestra priodidades, individuales y como sociedad. Felicitaciones muy buen articulo.

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  3. Capisima!!! excelente reflexión!

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  4. Amparo, excelente analogía y minucioso análisis de la situación política, social y de salud de nuestro país. Creo que la pandemia de corrupción ha existido desde la conquista.
    Por su mutación, consideró que, sera muy difícil crear la vacuna que la desaparezca no sólo en Colombia, sino del mundo entero. Tu artículo es digno de difusión, para crear inquietud y conciencia de ésta pandemia de corrupción que nos mantiene en urgencias sin especialistas ni recursos para sanarla.

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