Por: Henry A. Peralta
Ing. Civil & Magister en Educación
Gerente General Soluciones Resilientes
“Conocerse a uno mismo es la tarea más difícil
porque pone en juego directamente nuestra racionalidad, pero también nuestros
miedos y pasiones. Si uno consigue conocerse a
fondo a sí mismo, sabrá comprender a los demás y la realidad que lo rodea”.
Alejandro Magno.
Una de las actividades que como ingeniero y
educador me llenan de satisfacción, es comprender la esencia de las cosas para compartir con otros este conocimiento de manera sencilla. El objetivo es ayudar al crecimiento personal y
organizacional, mediante la explicación de lo complejo a través de la comprensión de la esencia de
las cosas. Es así como me he dedicado en
los últimos años con entusiasmo, motivación y gran intensidad a explorar,
potenciar y promover el concepto de resiliencia desde un enfoque integral, más
para la vida, que para el desastre. Esto último, la resiliencia para el
desastre como normalmente es concebida todavía por muchas personas e
instituciones en el campo de la reducción del riesgo. No se trata simplemente
de adoptar una palabra de moda, acuñar un concepto y sumarlo a nuestro
discurso, sino de reflexionar críticamente en su significado y
significante.
Paulo Freire, educador popular brasilero
afirmaba, que: Cuando Dios dijo:
“Nombrarás las cosas”, en el libro del génesis, él dijo: “Transformarás el
mundo, para que puedas dar nombres a las cosas”. Lo anterior significa que
los seres humanos podemos darle sentido a las cosas. Lo cual implica una
comprensión del contexto social, político, económico y ambiental, en el momento
histórico en el que suceden o cuando hacemos que ocurran.
La palabra resiliencia por sí misma, puede
ser un concepto vacío, si nosotros no la llenamos de contenido. Si no hay una
reflexión profunda de lo que significa o podamos hacer que signifique, la
resiliencia no pasará de ser simplemente una moda, que muchos critican, otros
adoptan, pero que muy pocos reflexionan sobre su verdadero sentido. Son los
individuos y la sociedad en su conjunto los que posibilitan hacer de este concepto,
una palabra poderosa para transformar la realidad. Somos nosotros los que incidimos para que pasen
las cosas y tomen realmente el valor que se merecen.
Poder conectar a los individuos y a las
organizaciones con el concepto de resiliencia ha sido un gran reto que he
decidido asumir. Son muchas las posiciones escépticas alrededor de la
aplicación del concepto. Esta actitud es muy común cuando nos enfrentamos a
algo nuevo y desconocido. Lo más fácil es decir no estoy de acuerdo con el
concepto, ir en contra, sin propiciar la reflexión o plantear una propuesta. La resistencia al cambio y el pesimismo están a
la orden del día.
Para hacerle frente a esta situación y
dar valor a la resiliencia, es necesario estar dispuestos a salirnos de nuestra
zona de confort, romper paradigmas y cambiar los esquemas mentales, producto de
las escuelas de formación o de pensamiento en las que nos hemos formado o
deformado. Sin embargo, son muchos los optimistas que empiezan a creer en el
poder del concepto de resiliencia, como la mejor disculpa para articular riesgo y
desarrollo como temas de una misma agenda. Llenarla de contenido desde una
perspectiva integral es el gran desafío.
Este artículo adicionalmente, pretende explicar la
resiliencia desde el comportamiento de los materiales, es decir desde sus
propiedad físicas para soportar esfuerzos, haciendo una analogía con la vida
cotidiana. Haciendo uso del lenguaje desde la ingeniería de los materiales, se
intenta manera didáctica resolver la pregunta: ¿De qué estamos hechos?,
mediante la explicación de la curva esfuerzo – deformación, usada para analizar
las propiedades de un material sometido a esfuerzos.
En el campo de la ingeniería se le
denomina resiliencia a la capacidad que tiene un material para resistir y absorber
cargas o fuerzas, deformarse sin romperse, recuperando su forma original cuando
la carga aplicada se suprime.Un material cualquiera puede estar
sometido durante su vida útil a cuatro tipos de fuerzas que tienen capacidad de
deformarlo. Estas son: fuerzas de tensión, compresión, de corte o de torsión.
Así como los materiales, los seres humanos a lo largo de la vida están sometidos a múltiples fuerzas o cargas, que vienen en diversas direcciones, unas nos estiran, otras nos comprimen, otras tratar de partimos por la mitad y otras nos tuercen. Lo que sí es claro que cualquier carga que se aplique, tanto en los materiales como a las personas siempre causan un efecto. Este se conoce como deformación. Es ahí donde es necesario conocer de qué estamos hechos, para deformarnos sin rompernos.
Así como los materiales, los seres humanos a lo largo de la vida están sometidos a múltiples fuerzas o cargas, que vienen en diversas direcciones, unas nos estiran, otras nos comprimen, otras tratar de partimos por la mitad y otras nos tuercen. Lo que sí es claro que cualquier carga que se aplique, tanto en los materiales como a las personas siempre causan un efecto. Este se conoce como deformación. Es ahí donde es necesario conocer de qué estamos hechos, para deformarnos sin rompernos.
La deformación en un material se define
como el cambio de longitud a lo largo de la línea de aplicación de la fuerza,
es decir cuánto se alarga o se acorta. Por ejemplo, una varilla de acero
sometida a un estirón sufre una deformación de “alargamiento”, mientras
sometida a compresión sufre una deformación de “acortamiento”. En ingeniería de
materiales al estudio de la reacción de los mismos a las cargas o fuerzas a
las que son sometidos se les denomina esfuerzo. Este último, se define como la
cantidad de fuerza aplicada sobre un área determinada. A mayor área sobre la
cual se aplica una fuerza, menor será el esfuerzo que tendrá que soportar el
material. Esto es una medida de su resistencia.
En la vida real, se puede asociar a la suma de capacidades
construidas previamente para soportar cargas o fuerzas. A mayor capacidades,
menores esfuerzos y menor deformación,
por ende mayor resistencia a las crisis. Menores capacidades, mayores esfuerzos
y mayores deformaciones, es decir menor resistencia a las crisis. En ingeniería
de materiales es posible dibujar una curva a la cual se le denomina
esfuerzo-deformación. Esta presenta el comportamiento de un material sometida a
diversas cargas durante un periodo de tiempo.
Es así como el comportamiento de los
materiales para resistir los esfuerzos tiene generalmente dos fases. Una fase
elástica donde el material deformado es capaz de recuperar su forma original
sin llegar al límite de su resistencia, es decir al punto de falla o de rotura.
Esta capacidad de resistir y deformarse sin romperse es lo que se denomina
resiliencia. Por analogía, las experiencias humanas también pueden poner a
prueba la resistencia interior frente a determinadas fuerzas y atravesar así
mismo, lo que podría interpretarse como una fase elástica y una plástica.
En el caso de un material la deformación
elástica es reversible y no permanente, esto es comparable con la superación de
las crisis cotidianas como por ejemplo el dolor, o la pobreza. En estas circunstancias a pesar
del sufrimiento, puede no darse un desajuste social o familiar severo y
recuperarse la cotidianidad. Por lo general, las situaciones límites a las que
están expuestas las personas en la cotidianidad de la vida son llevaderas, con
base en valores internos como la fe y la esperanza. Es en esta “fase elástica”
de la sociedad, donde surge el proceso de construcción de la resiliencia como
una capacidad.
Sin embargo, cuando el material supera
su capacidad de deformación y llega a su límite de resistencia, éste falla, es
el estado límite. Sin embargo, existe un proceso intermedio antes de que esto
suceda, el cual se encuentra entre la fase elástica y el punto de rotura. Esta
es la fase plástica. Es ahí donde sucede el proceso de recuperación, donde los
seres humanos tienen la oportunidad, para levantar vuelo y reorientar su
existencia, teniendo en cuenta que ya no se es el mismo de antes, es un ser que ha sido "deformado".
En los materiales, se pasa entonces a una fase plástica
donde queda una deformación total y no puede volver a su forma
original. Este punto de inflexión entre la fase elástica y la fase plástica se
denomina en la vida de los seres humanos: crisis. Cuando se sufre una “deformación plástica”,
se evidencia una afectación permanente y sin retorno a lo que se conoce como la
“normalidad”, en donde quizás no se puedan recuperar las dimensiones originales
de la vida cotidiana. Es justo en ese escenario donde se recrea la resiliencia
para la transformación. Es en este momento de “deformación social” que puede
emerger la resiliencia para ser recreada y puesta en valor con su verdadera
esencia. Para experimentar de forma real el vínculo afectivo entre sociedad
–sociedad y de esta con la naturaleza.
Desde la perspectiva humana, es en esa
“fase plástica” donde es posible construir nuevas fortalezas hacia un proceso
de adaptación positiva y de transformación que permita cambiar la realidad que
generó la crisis. Después de una crisis nunca se vuelve al mismo punto; tal
como decía el filósofo griego Heráclito: “Nunca nos bañamos dos veces en el
mismo río”.
La resiliencia en la sociedad está
presente tanto en la “fase elástica” como en la “fase plástica”. La diferencia
entre ambas radica en que la resiliencia se crea en la fase elástica como
proceso continuo de conocer, adaptarse y preparase. No sólo para enfrentar las
situaciones cotidianas, sino también para las crisis. Estas últimas, son el
punto de inflexión hacia la fase plástica en donde se recrea la resiliencia, si
su construcción se ha realizado desde la fase elástica.
La curva esfuerzo-deformación, permite
identificar donde se crea y se recrea la resiliencia. La primera en la fase
elástica y la segunda en la fase plástica. Lo importante de esto, es no pasar
de la fase plástica al punto de rotura, que es cuando el material falla
definitivamente y no hay manera de recuperarse. No obstante antes de este estado límite de
rotura, los materiales tienen dos propiedades de resistencia residual, que son
la ductilidad y la tenacidad, que pueden prolongar su vida útil, así este
deformado. La ductilidad tiene que ver con la cantidad de deformación que puede
adsorber y la tenacidad con la fuerza que puede resistir. En la vida cotidiana
estas dos propiedades pueden emerger de manera individual o conjunta, lo que
se evidencia en la capacidad de los seres humanos para luchar hasta el fin.
Se trata entonces de conocer y reconocer
¿de qué estamos hechos? y elaborar nuestra propia curva esfuerzo-deformación,
en función de nuestras fortalezas y debilidades. Así como los materiales poseen
unas características internas físicas, mecánicas y químicas que le dan un nivel
de resistencia, los seres humanos tienen capacidades que les permiten enfrentar
esfuerzos y soportar deformaciones para hacer frente a su propia existencia.
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