sábado, 31 de marzo de 2018

Cinco acuerdos globales un propósito común: la resiliencia

 
Por: Henry A. Peralta
Ing. Civil & Magister en Educación
Gerente General Soluciones Resilientes
Históricamente el concepto de resiliencia ha sido usado por diversas disciplinas,  como las ciencias naturales, las ciencias sociales y las ciencias aplicadas, entre otros, para explicar la capacidad que tiene un objeto, elemento o sistema para resistir, adaptarse y recuperarse de manera eficiente frente a una de crisis.

Sin embargo puede darse un sesgo aplicado a lo social cuando se habla de que una sociedad sometida a una crisis se recupera y vuelve a la “normalidad”. Volver a la normalidad significa volver al estado inicial que genero la crisis, por eso es necesario hablar mejor de procesos de recuperación que permiten transformar la realidad que genero la crisis, surgiendo fortalecido.

Adoptado y adaptado el concepto de resiliencia a las problemáticas del riesgo y el desarrollo actuales, este viene siendo usado por diversas organizaciones internacionales y gobiernos, que haciendo alusión al concepto promueven acciones, proyectos, programas y campañas mundiales.

Sea cual sea su uso, el concepto de resiliencia, aún es poco entendido en su integralidad y se ha convertido en la palabra de moda. Este concepto, que para algunos, es hasta difícil de pronunciar,  desde una mirada holística, se constituye en el nuevo paradigma del liderazgo del Siglo XXI.

Si en los años noventa el paradigma que se propuso demostrar y romper la Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres de América Latina fue que “Los desastres no eran naturales”,  el nuevo paradigma en la actualidad es la Resiliencia.

Es un hecho que el paradigma que Los Desastres No son Naturales ha podido ser demostrado ampliamente y sustentado con datos, aunque todavía existen muchas personas y organizaciones que aún están en el pasado.

La resiliencia, que como concepto y nuevo paradigma, es necesario comprender y explicar, para llevar a la práctica, desde un enfoque integral y sistémico, la reducción del riesgo de desastres en el marco de un desarrollo sostenible, en un mundo con clima cambiante y de graves crisis humanitarias. 

Cinco acuerdos mundiales, son los que consideramos los más importantes, como eje fundamental para hacer de la resiliencia la clave del liderazgo del siglo XXI. Estos se establecieron entre los años 2015 y 2016, con el fin de dar respuesta a la problemática de desajuste de la sociedad-naturaleza y sociedad-sociedad.

En 2015: Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015 – 2030, en Sendai (Japón); Objetivos de Desarrollo Sostenible - ODS en New York (USA) y los Acuerdos de Cambio Climático – COP21 en París Francia. En 2016: La Cumbre Mundial Humanitaria en Estambul (Turquía) y Hábitat III  con la nueva agenda urbana en Quito (Ecuador)

Cinco escenarios de encuentros globales, expresan el compromiso de los líderes mundiales para realizar todos los esfuerzos necesarios para hacer realidad estos acuerdos.  A pesar de que aparentemente estos acuerdos responden a unas lógicas e intereses particulares de gobiernos y organizaciones internacionales, a mi parecer buscan un propósito común: la resiliencia.

Así como todos los caminos conducen a Roma, podemos decir entonces que todos los caminos deberían conducir a la resiliencia, indistintamente el camino que se tome, por la marcada especialización temática, es necesario que estos caminos se crucen y se articulen desde una visión sistémica, cuyo eje principal es comprender el riesgo y el desarrollo como temas de una misma agenda.

Sin embargo a pesar de las “diferencias temáticas” existentes, los cinco acuerdos están finalmente orientadas en fortalecer diversas capacidades, es decir la resiliencia de pueblos y naciones para hacerle frente a los retos y desafíos (riesgo y desarrollo) que hoy constituye la modernidad, en un mundo globalizado e interconectado.

Tanto “desastrólogos” como “riesgólogos”, “desarrollistas”, “urbanistas” “ambientalistas”; “climatólogos” y “humanitarios” deberían entender que si hay algo que puede unir y articular como lo hace una bisagra a una puerta, es la resiliencia, como un concepto y práctica, que se construye en y desde la cotidianidad.  

Como el espacio de dialogo para encontrar puntos comunes de reflexión-acción-reflexión-acción que nos permitan cambiar nuestros modelos mentales, romper y/o construir viejos y nuevos paradigmas respectivamente, para la toma de decisiones en beneficio de la humanidad, para desde lo global a impactar lo local y viceversa.

La resiliencia puede convertirse en la mejor disculpa para articular lo que ha estado siempre desarticulado, riesgo y desarrollo, temas que han sido culturalmente discutidos y aplicados de manera aislada. 

Es la palabra que convoca, que motiva, que permite el encuentro de diversas disciplinas en torno a un propósito común, la protección de la vida. Es una invitación  al fortalecimiento de nuestras propias capacidades y las de otros para hacerse fuerte a la adversidad y enfrentar la cotidianidad de la vida, así como los tiempos de crisis. Es el elemento articulador que faltaba entre el riesgo y desarrollo  para que estos realmente sean  temas una misma agenda.

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