Ing. Civil & Magister en Educación
Gerente General Soluciones Resilientes
Históricamente el
concepto de resiliencia ha sido usado por diversas disciplinas, como las ciencias naturales, las ciencias
sociales y las ciencias aplicadas, entre otros, para explicar la capacidad que
tiene un objeto, elemento o sistema para resistir, adaptarse y recuperarse de
manera eficiente frente a una de crisis.
Sin embargo puede
darse un sesgo aplicado a lo social cuando se habla de que una sociedad
sometida a una crisis se recupera y vuelve a la “normalidad”. Volver a la
normalidad significa volver al estado inicial que genero la crisis, por eso es
necesario hablar mejor de procesos de recuperación que permiten transformar la
realidad que genero la crisis, surgiendo fortalecido.
Adoptado y
adaptado el concepto de resiliencia a las problemáticas del riesgo y el
desarrollo actuales, este viene siendo usado por diversas organizaciones
internacionales y gobiernos, que haciendo alusión al concepto promueven
acciones, proyectos, programas y campañas mundiales.
Sea cual sea su
uso, el concepto de resiliencia, aún es poco entendido en su integralidad y se
ha convertido en la palabra de moda. Este concepto, que para algunos, es hasta
difícil de pronunciar, desde una mirada
holística, se constituye en el nuevo paradigma del liderazgo del Siglo XXI.
Si en los años
noventa el paradigma que se propuso demostrar y romper la Red de Estudios
Sociales en Prevención de Desastres de América Latina fue que “Los desastres no
eran naturales”, el nuevo paradigma en la
actualidad es la Resiliencia.
Es un hecho que el
paradigma que Los Desastres No son Naturales ha podido ser demostrado
ampliamente y sustentado con datos, aunque todavía existen muchas personas y
organizaciones que aún están en el pasado.
La resiliencia, que como concepto y nuevo
paradigma, es necesario comprender y explicar, para llevar a la práctica, desde
un enfoque integral y sistémico, la reducción del riesgo de desastres en el
marco de un desarrollo sostenible, en un mundo con clima cambiante y de graves
crisis humanitarias.
Cinco
acuerdos mundiales, son los que consideramos los más importantes, como eje
fundamental para hacer de la resiliencia la clave del liderazgo del siglo XXI.
Estos se establecieron entre los años 2015 y 2016, con el fin de dar respuesta
a la problemática de desajuste de la sociedad-naturaleza y sociedad-sociedad.
En
2015: Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015 – 2030, en Sendai (Japón); Objetivos de Desarrollo Sostenible - ODS en New York (USA) y
los Acuerdos de Cambio Climático – COP21 en París Francia. En 2016: La Cumbre
Mundial Humanitaria en Estambul (Turquía) y Hábitat III con la nueva agenda urbana en Quito (Ecuador)
Cinco
escenarios de encuentros globales, expresan el compromiso de los líderes
mundiales para realizar todos los esfuerzos necesarios para hacer realidad
estos acuerdos. A pesar de que
aparentemente estos acuerdos responden a unas lógicas e intereses particulares
de gobiernos y organizaciones internacionales, a mi parecer buscan un propósito
común: la resiliencia.
Así
como todos los caminos conducen a Roma, podemos decir entonces que todos los
caminos deberían conducir a la resiliencia, indistintamente el camino que se
tome, por la marcada especialización temática, es necesario que estos caminos
se crucen y se articulen desde una visión sistémica, cuyo eje principal es
comprender el riesgo y el desarrollo como temas de una misma agenda.
Sin
embargo a pesar de las “diferencias temáticas” existentes, los cinco
acuerdos
están finalmente orientadas en fortalecer diversas capacidades, es decir
la resiliencia de pueblos y naciones para hacerle frente a los retos y
desafíos
(riesgo y desarrollo) que hoy constituye la modernidad, en un mundo
globalizado
e interconectado.
Tanto
“desastrólogos” como “riesgólogos”, “desarrollistas”, “urbanistas”
“ambientalistas”; “climatólogos” y “humanitarios” deberían entender que si hay
algo que puede unir y articular como lo hace una bisagra a una puerta, es la
resiliencia, como un concepto y práctica, que se construye en y desde la
cotidianidad.
Como el espacio de dialogo para encontrar puntos comunes de reflexión-acción-reflexión-acción que nos permitan cambiar nuestros modelos mentales, romper y/o construir viejos y nuevos paradigmas respectivamente, para la toma de decisiones en beneficio de la humanidad, para desde lo global a impactar lo local y viceversa.
Como el espacio de dialogo para encontrar puntos comunes de reflexión-acción-reflexión-acción que nos permitan cambiar nuestros modelos mentales, romper y/o construir viejos y nuevos paradigmas respectivamente, para la toma de decisiones en beneficio de la humanidad, para desde lo global a impactar lo local y viceversa.
La resiliencia puede convertirse en la mejor disculpa para articular lo que
ha estado siempre desarticulado, riesgo y desarrollo, temas que han sido
culturalmente discutidos y aplicados de manera aislada.
Es la palabra que convoca, que motiva, que permite el encuentro de diversas disciplinas en torno a un propósito común, la protección de la vida. Es una invitación al fortalecimiento de nuestras propias capacidades y las de otros para hacerse fuerte a la adversidad y enfrentar la cotidianidad de la vida, así como los tiempos de crisis. Es el elemento articulador que faltaba entre el riesgo y desarrollo para que estos realmente sean temas una misma agenda.
Es la palabra que convoca, que motiva, que permite el encuentro de diversas disciplinas en torno a un propósito común, la protección de la vida. Es una invitación al fortalecimiento de nuestras propias capacidades y las de otros para hacerse fuerte a la adversidad y enfrentar la cotidianidad de la vida, así como los tiempos de crisis. Es el elemento articulador que faltaba entre el riesgo y desarrollo para que estos realmente sean temas una misma agenda.
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