sábado, 31 de marzo de 2018

LA RESILIENCIA: ESTRATEGIA PARA SALIR DEL ASISTENCIALISMO



Por: Henry Adolfo Peralta Buriticá
Ing. Civil & Magister en Educación
Gerente General de Soluciones Resilientes
henry.peralta@solucionesresilientes.com


La resiliencia es la capacidad innata y/o adquirida de una persona u organización para resistir, adaptarse, prepararse y recuperarse ante una crisis.  Se basa en una actitud flexible y de aprendizaje para resolver de forma creativa e innovadora las situaciones adversas cotidianas, así como las grandes crisis. 


La palabra resiliencia tiene un origen antiguo, si bien en castellano se considera un neologismo derivado del inglés resilience, existen textos en latín que indican su uso antes de Cristo. Resiliencia proviene del verbo en latín resilio, que significa saltar hacia atrás, saltar nuevamente, rebotar, chocar, caer sobre. 

La resiliencia es el medio para lograr mejorar las relaciones entre sociedad – sociedad y sociedad naturaleza. Implica fortalecer las capacidades socio-culturales, económico-productivas, ambientales (físico - naturales) y político – institucionales, para establecer relaciones más armónicas de los seres que habitan un territorio, entre ellos mismos y con su entorno.  Es decir, avanzar hacia  desarrollo sostenible. Esto  implica que la naturaleza no se convierta en amenaza para la sociedad, ni que la sociedad se convierta en amenaza para la propia sociedad. 

El camino hacia a la resiliencia pasa en primera instancia por establecer acuerdos entre la  sociedad misma para la resolución de sus conflictos.  Conflictos que de no ser resueltos, se materializan en escenarios de riesgos asociados  a un desajuste de la relación sociedad-naturaleza. Estos revelan las condiciones inseguras en los territorios, generando otros conflictos aún más graves, que comprometen la vida, los medios de subsistencia, la infraestructura existente cuando es afectada por desastres. 

En el mundo actual es necesario que la resiliencia deje de verse sólo como una palabra de moda o una muletilla de los grandes  discursos, para que en su aplicación práctica se convierta realmente, en esa palabra verdadera que moviliza hacia la acción. Es necesario pasar de un concepto estática, sin vida y poco comprendido, a reivindicar su verdadera esencia vinculada con el dinamismo, la energía, el movimiento y al cambio.  La resiliencia expresa acciones de avance o de retroceso, lo contrario a lo estático. Denota también el fluir de la vida, el brotar, el palpitar de la naturaleza, tal como lo hace el agua. 

Existe una necesidad urgente de comprender que la resiliencia es  para la vida y no para el desastre. Como camino hacia el cuidado de la “casa común” debe sustentarse en un cambio de enfoque que articule lo desarticulado, que convoque a los que creen no tener nada que ver, que motive pasar de la reflexión a la acción y viceversa, para afrontar los problemas actuales y futuros, frente a los cambios globales. 

Se corre el riesgo de que al no ser comprendido desde su integralidad, el término resiliencia se desgaste rápidamente, tal como ha sucedido con el concepto de gestión del riesgo. El cual muchos dicen practicar, pero que en la realidad reproducen la lógica asistencialista y emergencísta, distanciándose del sentido inicial. Usada como estrategia pedagógica la resiliencia sirve para refrescar el entendimiento de la gestión del riesgo. 

En este contexto la resiliencia se constituye en el nuevo paradigma para los territorios, como propiedad emergente, para su comprensión y aplicación debe abordarse una perspectiva sistémica.  El Papa Francisco en su carta encíclica laudato si’ al referirse sobre el cuidado de la “casa común”, hace hincapié en esta situación. Hace un llamado de atención a los gobiernos y a la población en general a tomar conciencia sobre las acciones contra la madre tierra. Insta a la necesidad de reorientar las prioridades del desarrollo y volcarse a la protección, así como el rescate urgente de la “casa común”. 

En efecto, a escala global son generalizados el aumento de la exposición y fragilidad de las ciudades asociados a un acelerado crecimiento urbano sin planificación, condición que ha generado el deterioro de los ecosistemas. A ello se suma el incremento de la frecuencia, magnitud e intensidad de los fenómenos climáticos, que ponen en peligro la vida y la sostenibilidad. 

En sociedades como las latinoamericanas expuestas a múltiples amenazas de toda índole y de gran fragilidad en los ámbitos del desarrollo, existe una “doble afectación” en términos de los impactos de los desastres sobre la población, la infraestructura y las economías. Esta doble afectación está compuesta por el impacto de fenómenos naturales por un lado y por el otro, los asociados a fenómenos sociales con todos sus matices. Todos en conjunto, comprometen en gran medida el mucho o poco “desarrollo” de un territorio. 

Es ahí donde la construcción de resiliencia surge como una respuesta a los impactos de esa doble afectación. Centrándose en el fortalecimiento de las capacidades locales de las comunidades, organizaciones e instituciones, para sacarlas del círculo vicioso del asistencialismo. La generación y/o recuperación de la confianza, así como la dinamización de la autonomía comunitaria constituyen los dos pilares fundamentales sobre los cuales se debería soportar la resiliencia como estrategia para el cuidado de la casa común.

Esto  soportado sobre siete principios básicos, que son: la ética, la corresponsabilidad, la complementariedad, la subsidiaridad, la reciprocidad, la integridad y el pensamiento sistémico. 

Existe una tendencia muy marcada en la mayoría de estados en vías de desarrollo de potenciar el asistencialismo como parte de su modelo de relacionamiento con la población. La ocurrencia de desastres asociados a situaciones de orden social, natural o tecnológico incrementa aún más el asistencialismo. Esta práctica no potencia capacidades en los territorios, sino que incide de manera definitiva en el aumento de las vulnerabilidades de la población. 

En contraposición al asistencialismo, las comunidades necesitan ser involucradas, ser gestoras y participes de soluciones resilientes, planteadas como la respuesta a los problemas del desarrollo. Una solución resiliente definida como un diseño funcional de una acción o producto que se adapte a la dinámica de la vida, se anticipe y responda a las crisis para generar transformación. Implica la necesidad de ser creativo e innovador para lograr con los recursos endógenos resolver los problemas de un mal desarrollo y del riesgo existente. 

La resiliencia invita de pasar del asistencialismo al empoderamiento, de la gestión del desastre a la gestión del riesgo, de la dependencia a la autonomía. La resiliencia como camino hacia el cuidado de la casa común, requiere finalmente un compromiso para dejar de ser un simple verbalismo y convertirse en acciones concretas que se reflejen en cambios profundos, para construir relaciones armónicas entre la sociedad y la naturaleza. 

Nota: La esencia de los conceptos de resiliencia aquí expresados fueron originalmente publicados en el Libro: Resiliencia. La clave del Liderazgo del Siglo XXI. Escrito por Henry Adolfo Peralta Buriticá y Amparo Velásquez Peñaloza en noviembre de 2017.

Observatorio Resiliencia Territorial
Centro de Pensamiento e Investigación
Soluciones Resilientes

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